Los Mundiales de Fútbol están compuestos por sucesos que tejen su historia y son imborrables. Por eso, el inicio de la primera Copa del Mundo está construido de momentos que el tiempo a veces olvida.
Pero comenzamos esta historia del primer Mundial, realizado en Uruguay con la declinatoria de Italia como país anfitrión. Los charrúas tuvieron el camino libre para albergar el Mundial de Fútbol de la FIFA de 1930, ante la crisis económica global que comenzó un año antes y fue conocida como “La crisis del 29”.
La cita mundialista se desarrollaría Montevideo, contando con la participación de 13 selecciones divididos en 4 grupos. Siete fueron de América: Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, México, Paraguay, Perú y Estados Unidos; y las restantes, de Europa: Rumania, Bélgica, Yugoslavia y Francia. Esta última fue obligada a participar ante la presión ejercida por el presidente de la FIFA, Jules Rimet. Los franceses no contaban con su entrenador Gaston Barreau y el defensor del Racing de Paris, Manuel Anatol.
Los organizadores veían con gran preocupación que el Estadio Centenario, única sede con capacidad para 90 mil personas, no quedaría listo para el partido inaugural del Mundial, ya que estaba en plena construcción. Tenían que buscar sedes alternas hasta que terminen las obras.
Por eso, las otras localías: “El Gran Parque Central” y Estadio Pocitos. El primero era de propiedad Nacional y tenía la capacidad para 20 mil. La segunda pertenecía al Peñarol y albergaba a mil.
EL GRAN DÍA
El 13 de julio de 1930 se hacía realidad el gran sueño de Jules Rimet en Uruguay. Comenzaba la Copa del Mundo con dos partidos en simultaneó: Estados Unidos Vs. Bélgica (El Gran Parque Central) y Francia Vs. Mexico (Estadio Peñarol de Pocitos).
En Peñarol (Francia Vs. México) el grito del gol llegó al minuto 19’ y llenó de algarabía a los asistentes en el encuentro inaugural. La historia se escribía con el ingreso del balón en el arco mexicano que resguarda Oscar Bonfiglio y nadie fue consciente de ello.
El mediocampista francés Lucien Laurent era el autor del primer gol en los mundiales de fútbol. En 1998, en una entrevista al diario británico “The Independent”, reveló el hecho.
«Nuestro portero sacó hacia el defensa central, quien habilitó a nuestro extremo derecho (Liberati), este recortó al defensa lateral y envió un centro cruzado que rematé de volea al ángulo desde unas 12 yardas. Todos estaban contentos, pero no dimos una vuelta alrededor del campo, nadie se había dado cuenta de la historia que hacíamos. Un apretón de manos y volvimos al juego», señalo.
El resultado final fue favorables a los ‘Galos’ por 4 a 1 sobre el ‘Tricolor’.
Laurent tuvo que pedir licencia sin goce en su trabajo del Pegeout (autos) para acompañar a su Selección. Pero calificó la expedición hasta Sudamérica como un «campamento de vacaciones».
Posteriormente, participó en la II Guerra Mundial y cayó en manos alemanas. Estuvo preso por tres años en un campo de concentración.
Fue liberado en 1946 y regresó a Francia, donde siguió ligado al fútbol como entrenador. En el 2005, falleció Lucien Laurent a los 98 años. Él pudo ver levantar la Copa del Mundo en 1998 a Francia.
El tiempo fue injusto y traspapeló el nombre de quien hizo historia en el Mundial de Uruguay. Y hoy, Laurent, es parte de la historia invisible que rodea al fútbol.
Pero no fue al único que el tiempo olvidó. Hoy, el magnífico escenario no existe más. El Estadio de Pocitos dejó ser el hogar del aurinegro en 1933. Y en su lugar se trazaron las calles, dibujando el nuevo estilo urbano de Montevideo, borrando su emblemática figura para siempre en 1940.
EN LOS BAÚLES
En el 2002, el arquitecto uruguayo Héctor Enrique Benech rebuscó en documentos de la antigua Montevideo sobre quién marcó el primer gol en los Mundiales. Decidió investigar sin descanso hasta encontrar el lugar exacto del aquel tanto del 13 de julio de 1930. Gol de del francés Laurient.
Su búsqueda dio frutos cuatro años después al encontrar una fotografía aérea de lugar tomada entre 1926 y 1929. Comparando la toma aquel año, con una hecha en el 2006, ubicó los puntos exactos para revivir aquel glorioso momento de la primera Copa. Los resultados revelaron que era la calle Coronel Alegre; entre Silvestre Blanco y Charrúa, en un barrio de clase media baja en la capital uruguaya.
Ante tal descubrimiento, se realizó un concurso de esculturas para inmortalizar el histórico momento. El ganador fue arquitecto Eduardo Di Mauro.
La escultura donde estaba colocada la portería fue bautizada como «Donde duermen las arañas». Y el centro del antiguo campo, de aquel Mundial, hay un pilar ondulado encerrado dentro de un círculo en el piso; lleva la frase: «Cero a cero y pelota al medio».
RECUERDOS
El Estadio Pocitos fue sede de un encuentro más en la primera Copa del Mundo en 1930. En la tarde del día siguiente, 14 de julio, la Selección Peruana de Fútbol cayó por 3-1 ante Rumanía, donde se realizaría otro hecho histórico: el primer jugador expulsado en los Mundiales.
El capitán de la ‘blanquirroja’, Plácido Galindo, cometió una falta sobre el delantero rumano László Raffinsky. Y el árbitro chileno Alberto Warnken Benavente lo expulsó. Pero esa historia la contaremos en otra oportunidad.
Autor: Dennis Saavedra
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