TodoDxT. «Characato, es tu momento, tu pase a la final; vas a ser el primer characato campeón mundial». El deportista arequipeño Joseph Cabello recuerda su paso por el campeonato Mundial del 2017.
Él perdió la final. Estuvo tan cerca del oro que ahora el pensamiento de hacer realidad las palabras de su entrenador es su obsesión.
¿Cómo inició tu romance con el muay thai?
Parecerá de película. Yo había terminado con mi enamorada y estaba triste. Me tomé unas copitas y en esa salida me encontré con mi primer entrenador, Ronald Espezúa. Yo le dije que deseaba ser peleador y que si me dejaba yo le iba a dar muchos logros a su escuela. Él me citó para el lunes en su escuela.
Llegado el día, él me pidió cuánto podía pagar por la academia. Como yo solo podía dar 50 soles, yo lo ayudaría con la limpieza de la escuela. Llegaba más temprano a entrenar y me iba después de ordenar el material de la escuela. Pasaron 2 meses hasta mi primera pelea. Luego de empatar, Ronald me dijo que ya no era necesario que le pague algo, que ya era un luchador de la escuela.
Han pasado los años y creo que gracias a un desamor encontré el amor más grande de mi vida, después de mi familia, el muay thai, que me cambió la vida.
¿Qué es lo más complicado que tuviste que pasar?
Dejar Arequipa, sin duda. El ritmo de vida que tenía cuando entrenaba aquí es lo mejor; tienes tu casa, el apoyo de tu familia, entrenas con tu profesor que no te cobra. Pero si quería sobresalir y no quedarme en mi zona de confort tenía que irme a Lima, donde nunca la terminé de pasarla bien. Vivía en el gimnasio, dormía en el piso, sobre cojines, solo con una frazada, escondía mi ropa en una maleta en el gimnasio, utilizaba mis guantes muy rotos.
Yo como un adulto no podía pedir plata a mis padres. Es mi vida, mi historia, mi aventura y yo tenía que ver cómo lo hacía. Me recurseaba dando clases, trabajando. Todas esas cosas fueron necesarias para construir lo que tengo ahora. Tal vez no viva de lo mejor pero ya tengo un cuarto donde descansar; y esos sacrificios los veo reflejados en mi medalla del Mundial.
Para llegar, ahí gracias a un amigo pude descansar los últimos meses de mi preparación al menos en un colchón. Estoy acostumbrado a esto: a esforzarme por mi. En la universidad yo estudiaba, trabajaba y entrenaba.
De todos tus combates, ¿cuál recuerdas más?
En la semifinal del Mundial, me enfrentaba con Hong Kong. Él era un rival duro. Lo habíamos visto competir, y era difícil de quebrar. Mi entrenador de la selección estaba molesto porque un compañero había perdido el combate anterior. Entonces, mientras yo calentaba, él me dio una patada y me dijo que no podía bajar del ring como perdedor.
Yo empecé a sentir la adrenalina a mil. Además me impidieron usar mis amuletos de la suerte, que los pongo en cada brazo. La adrenalina subía. Yo estaba con cólera por toda esa previa. Hasta que el entrenador dijo que yo tenía que ser el primer characato campeón del mundo. Y la frase que me calmó fue: «Sin alusiones personales». Sentí tranquilidad y así subí al ring. El combate fue muy duro. El rival era difícil de quebrar. Mi entrenador me motivaba a seguir y seguir. Acabé con las piernas destrozadas, los brazos; ambos quedamos hechos trizas. Ahora que lo pienso -Joseph se toma la cabeza, la mueve con gesto de negación, esboza una sonrisa-, hubiera dado todo para que ese combate sea la final.
Sé que no es excusa pero terminé acabado en la semifinal. Me confié bastante en la final. Tal vez por mi inexperiencia solo pude obtener la medalla de plata.
¿Aún queda pendiente ser el primer arequipeño campeón mundial de muay thai?
Yo quiero regalarle eso a mi ciudad. Arequipa va a tener un campeón mundial de muay thai. Entreno desde los 19 años y tengo 27, espero luchar hasta los 35. Escuché en una película que la felicidad no se encuentra en el destino sino en el camino. Todo lo que he pasado es mi camino, y lo disfruto. Con caídas y errores, voy a mi destino: ser campeón. Estoy seguro de que estoy rumbo a ello.