A ver, amigos, pónganse cómodos que les voy a contar una historia linda de un personaje que con sus 77 años de edad le sigue dando a la pelota y es todo un ejemplo para la niñez y juventud.
Se trata de Francisco Saturnino Huayta Pacheco, pero para sus amigos y compañeros de equipo es simplemente «Don Panchito».
¿Cuéntenos sus inicios en el deporte?
Bueno, desde niño jugué al fútbol y al calzado que me compraban mis padres para el colegio le hacía poner «cocos» con el zapatero, y así le daba duro a la pelota.
¿Qué lo inspiró para jugar?
En mi adolescencia vi jugar al Alianza Lima y me gustaba el juego quimboso, pícaro y de espectáculo de «Pitín» Zegarra, Babalú Martínez y años después aprecié la calidad de Cubillas, Perico León, Baylón, entre otros.
¿Y por qué no se dedicó al fútbol?
Fue porque desde niño trabajaba y solo en mis horas libres le daba al balón, pero en el barrio. Luego ingresé a la Benemérita Guardia Civil y en el año 1969 fui destacado como guardia al puesto GC de Goyllarisquizga, un asiento minero carbonífero donde me vieron jugar.
¿Luego qué le vino en el deporte?
Ahí es donde me contratan los dirigentes del club San Lorenzo, de primera de la Liga de Goyllarisquizga, donde permanecí dos temporadas. En 1971 fui destacado al asiento minero de Atacocha, jugando ahí en el club Lolo Fernández. Pasé luego al club Carlos Valdivieso.
¿Y cómo hacía para los permisos?
Tenía que obtener primero autorización del Ministerio del Interior, porque sin ello, una lesión grave era fatal para mi persona y mi futuro laboral.
¿A qué equipos ha enfrentado, Don Panchito?
Bueno, con el club Carlos Valdivieso de Atacocha he enfrentado al siempre poderoso Unión Minas, que llegó al fútbol profesional. También jugué en el Estudiantes Melgar, de Mariano Melgar, que tenía como presidente al señor Sánchez, un tipazo.
¿También ha sido entrenador?
Así es, y ascendí a Juvenil Atacocha. He dirigido y forjé a infantiles y juveniles en Camaná.
¿Y actualmente sigue en actividad deportiva?
Claro, luego de defender al Piresi en Bustamante y Rivero, vengo jugando en La Academia en Paucarpata y en Mariátegui de Alto Selva Alegre.
Para finalizar, lo que puedo decir es que doy gracias a Dios por darme salud y seguir jugando, y mucho amor para todos mis amigos y hermanos con quienes jugué y aún me permiten darle a la redonda.